02 enero 2020

El martillo del Rock'n'Roll

Aunque el micrófono más tradicionalmente asociado al Rock’n’Roll primigenio es el clásico Shure de la serie 55 (en nuestra retina imágenes ya icónicas de Elvis, Carl Perkins o Jerry Lee Lewis), a mediados de los 50 llegó al mercado un modelo que, por sus particulares características y su rápida expansión, muy pronto rivalizaría con el principal estandarte de la compañía de Chicago: el Electro-Voice 664.


Es cierto que, en el momento de producirse la explosión del Rock’n’Roll, el Shure Unidyne Model 55 tenía ya una larga historia a sus espaldas. Presentado en 1939 y disponible inicialmente en tres versiones diferenciadas por la impedancia que determinaba su idoneidad según el uso al que pretendía destinarse, enseguida se convirtió en una herramienta imprescindible en emisoras de radio y espectáculos en vivo de todo tipo gracias no solo a su capacidad para reducir el ruido de ambiente y los siempre molestos acoples, sino también a su tamaño, solidez y a un diseño muy atractivo que, con el tiempo, se ha convertido en reflejo de toda una época. De hecho, los cambios técnicos y estéticos fueron mínimos hasta la introducción, en 1951, de una nueva versión más ligera, compacta y reducida en aproximadamente una tercera parte de sus dimensiones originales. Con todo, a comienzos de la década de los cincuenta la Shure Brothers Inc. podía permitirse el lujo de referirse al 55 como “el micrófono que no necesita nombre” sin exagerar ni pecar de presunción.

Sin embargo, en el verano de 1955 entra en escena el Electro-Voice 664, un micrófono que, con sus formas aeroespaciales, una robustez fuera de lo común y unas prestaciones sonoras sobresalientes que incluso facilitaron su introducción en estudios de grabación, poco a poco se convirtió en el favorito de escuelas, auditorios, salas de conferencias, locales de música en directo y, en definitiva, de cualquier lugar que, como rezaba su publicidad, se enfrentara a condiciones extremas de retroalimentación acústica, ruidos no deseados o reverberaciones incontroladas. Pero hagamos un poco de historia antes de seguir con el 664: la de Electro-Voice comienza en 1927 en la localidad de South Bend (Indiana) cuando Al Khan y Lou Burroughs, deciden asociarse y, con 30 dólares y un coche de segunda mano, crean Radio Engineers, una pequeña empresa dedicada al mantenimiento y reparación de aparatos de radio que pronto amplió y diversificó su actividad, trasladando sus instalaciones desde el 338 de East Jefferson Boulevard, donde compartía espacio con una estación de servicio (la Century Service Company), al 119 de West Colfax Avenue cuando las circunstancias así lo exigieron.

Lou Burroughs y Al Khan (tercero y quinto por la izquierda, respectivamente) junto al personal de la Century Service Company (The South Bend Tribune, 16-11-1927)

En junio de 1930, ya en plena Depresión y en medio de una crítica situación financiera, se incorpora a la sociedad Maurice L. Khan, padre de Al, y nace la Electro-Voice Manufacturing Company Inc. con un capital social de mil dólares repartido en cien acciones valoradas en diez dólares cada una. La nueva compañía concentrará sus primeros esfuerzos en fabricar un sistema especial de megafonía portátil que ganará rápido renombre cuando Knute Rockne, entrenador del equipo de fútbol americano de la Universidad de Notre Dame, empiece a usarlo para dirigir los entrenamientos de sus jugadores desde una plataforma de tres metros de altura específicamente diseñada a tal efecto. Aunque, de acuerdo con la prensa de la época, el trato con el coach se cerró a mediados de julio de 1930 y éste no estrenó el novedoso equipo de sonido hasta el mes de septiembre, debieron existir algunos contactos previos con Khan y Burroughs ya que, ateniéndonos a la versión oficial, el nombre de la marca Electro-Voice estaría inspirado en la particular insistencia de Rockne por referirse al sistema de amplificación como su electric voice.

Curiosamente, poco tiempo después el físico ruso Leon Theremin bautizará como Theremin Electro-Voice a uno de sus inventos musicales, capaz de producir sonido a partir “del movimiento de manos y dedos en el aire, sin contacto real con el instrumento” (Brooklyn Daily Eagle, 10-1-1932).

Junto a la producción de equipos de sonido, Electro-Voice empezará a fabricar sus propios micrófonos aplicando unos exigentes criterios de calidad que, a pesar de su limitada capacidad de manufactura (en principio sólo salía de sus talleres un micrófono a la semana), permitirán un desarrollo no exento de problemas. Así, en mayo de 1932 el Fiscal General del estado de Indiana llegará a solicitar el cierre de la empresa debido a reiterados incumplimientos administrativos y, alrededor de esas fechas, Burroughs optará por vender su participación y dejar la compañía. A pesar de todo, con pleno control sobre Electro-Voice, Al Khan será capaz de consolidar el crecimiento del negocio, que para 1936 contará ya con veinte trabajadores y volverá a beneficiarse de los conocimientos y la experiencia de Lou Burroughs, reincorporado a la plantilla en calidad de ingeniero jefe.

A partir de diciembre de 1941, la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial conllevó una escasez de materias primas para la industria civil que Electro-Voice fue capaz de sortear gracias al desarrollo de un micrófono dotado de un sistema original de cancelación de ruido que no tardaría en ser adoptado para uso militar, forzando a la marca a habilitar dos nuevas plantas en South Bend y a la implantación en ellas de turnos de trabajo para sus casi seiscientos empleados que, cubriendo las 24 horas del día, permitieron alcanzar una producción anual cercana al millón de unidades durante el último tramo de la contienda.
Además de su reducido tamaño y escaso peso, el Lip Mike o Mustache Mike (en la imagen puede apreciarse el porqué de estos apelativos) presentaba alta resistencia al polvo, la humedad y los golpes, contando también con la notable capacidad de suprimir casi por completo cualquier sonido que pudiera interferir con la voz del usuario, lo que le hacía especialmente útil en misiones de combate. Su éxito contribuirá decisivamente a que los servicios prestados por Electro-Voice al esfuerzo bélico sean premiados por el Gobierno estadounidense con la concesión, en julio de 1944, del Army-Navy ‘E’ Award, un honor destinado a reconocer la excelencia en la producción de equipamiento de guerra que sólo un 4% de las empresas dedicadas a este menester lograron alcanzar. De este modo, la ventajosa posición de la compañía sobre sus competidores quedará sólidamente establecida en la inmediata posguerra, lo que se traducirá en nuevos contratos con entes públicos y privados que, sin embargo, no podrán evitar los necesarios recortes de personal una vez de regreso a la rutina de los tiempos de paz.

Pero el auténtico punto de inflexión se producirá casi un año después de finalizar la campaña bélica. Sin opciones viables para ampliar las instalaciones de su emplazamiento original, en agosto de 1946 comenzará el traslado hasta la pequeña localidad de Buchanan, en el vecino estado de Michigan y a sólo unos 25 kilómetros al norte de South Bend. Allí, Electro-Voice ocupará un espacio de algo más de tres mil metros cuadrados que había pertenecido a la Dry-Zero Corp., retomando rápidamente su pleno funcionamiento para atender los pedidos de sus numerosos clientes. Manteniendo inicialmente los puestos de trabajo de alrededor de 150 operarios, incluyendo a un buen número de mujeres encargadas del ensamblaje de piezas, y partiendo de un negocio de exportación estimado en casi el 20% de su producción, la compañía vivirá una etapa de gran expansión que le llevará a acabar la década de los 40 habiéndose introducido en la fabricación de componentes para tocadiscos y aparatos de televisión, además de creando una línea propia de altavoces de alta fidelidad. 


A su vez, el volumen de ventas pasará de los 714.000 dólares declarados en 1948 a los más de cuatro millones en 1953. Un crecimiento que se explica no sólo por las fuertes inversiones en investigación que afianzaron la calidad de los distintos productos salidos de la planta de Electro-Voice en Buchanan, sino también por una agresiva política comercial y promocional en la que intervendrá activamente el mismo Al Khan a través de distintas conferencias y encuentros con profesionales, estudiantes o simples aficionados. En 1952 incluso se fletará un enorme tráiler que, a modo de unidad móvil, viajará por todo el país ofreciendo demostraciones de micrófonos, altavoces y, en definitiva, “lo último y más reciente en audio de alta fidelidad y equipos de video” (Tucson Daily Citizen, 20-8-1952).


También se publicarán folletos explicativos como Temples of Tone, disponible para todo el que estuviera dispuesto a hacer llegar diez centavos a Electro-Voice al objeto de cubrir gastos de envío y manipulación. Con 16 páginas repletas de información técnica, se anunciaba en 1954 con el convencimiento de que “para aquellos interesados en reproducción de alta fidelidad, podrían ser los mejores diez centavos que nunca hayan invertido” (Magnetic Film & Tape Recording, nº 3, 1954).

Llegamos así hasta la aparición del micrófono Electro-Voice 664. Con un primer precedente en el modelo 666, presentado en sociedad en septiembre de 1954, el 664 se introducía en el mercado como un “micrófono cardioide dinámico de tipo avanzado” capaz de responder a frecuencias de 60 a 15.000 Hz y ofrecer un nivel de salida de -55 dB. De tipo unidireccional (es decir, especialmente sensible al sonido producido desde el punto hacia el que está orientado), disponía de la posibilidad de elegir entre alta y baja impedancia con un simple cambio de posición en el conector de la base, sirviéndose de una nueva patente, desarrollada por la marca con el nombre de Variable D, para mitigar de forma bastante efectiva el efecto de proximidad, ofreciendo una versatilidad que, situándolo con la orientación adecuada, permitía su uso tanto para voz como para sonorizar distintos instrumentos. En suma, como señalaban sus especificaciones técnicas, se trataba de una herramienta “idónea para grabaciones caseras y semi-profesionales, así como una opción ideal para servir como refuerzo sonoro de calidad, especialmente cuando existen problemas acústicos”.



Disponible en acabado cromado (el más habitual), dorado (modelo 664G) o gris mate (modelo 664A), el precio de salida recomendado se establecía en 79,50 dólares (unos 763 dólares actuales) e incluía, además, un cable de cinco metros y medio. Esto le situaba lejos de los 147 dólares del 666 (aunque éste se vendía junto a un pie o soporte que, en el caso del 664, se ofrecía como extra), pero también muy por encima de otros micrófonos dinámicos como el Sonodyne 51 de Shure, anunciado en esas mismas fechas por 47,50 dólares. En cualquier caso, estos precios establecidos por el fabricante resultaban meramente orientativos, no resultando extraño encontrar en periódicos y revistas de la época publicidad de minoristas que refleja importes considerablemente más bajos por el 664. Igualmente, las mejoras introducidas en el proceso de producción permitieron una rebaja gradual de su coste total, de modo que, mientras en 1957 el precio recomendado ascendía a 82,50 dólares (755,15 dólares al cambio actual), en 1964 era de sólo 51 dólares (hoy día, poco más de 423 dólares).

Al Khan (derecha) sujetando un Electrovoice 664. A la izquierda, Lou Burroughs (The Herald Press, 5-1-1956)

Además, las destacadas particularidades sonoras del Electro-Voice 664 se veían perfectamente complementadas por su aparente indestructibilidad. De acuerdo con la leyenda, Lou Burroughs - o puede que fuera Al Khan - tenía por costumbre utilizar en sus charlas y presentaciones un 664 a modo de martillo, clavando con él algunas puntas sobre un tablero de madera para a continuación, sin permitir que la audiencia saliera de su asombro inicial, conectar un cable al micrófono y continuar hablando tranquilamente por él. Este eficaz golpe de efecto le valdrá al 664 su sobrenombre más conocido: el martillo de Buchanan


Como curiosidad, durante los 50 Electro-Voice licenció algunos de sus modelos a la casa neoyorquina Executone, que ya había destacado en la década anterior comercializando micrófonos directamente inspirados en los de otras marcas como la popular Turner. Executone pondrá en circulación una copia del 664, aunque con acabados diferentes, bajo el nombre de Executone EXCC.

La producción del Electro-Voice 664 se extendió hasta bien avanzada la década de los 60 con el único cambio sustancial de convertir las tres aberturas laterales en una sola, al estilo del 666 de 1954. Las miles de unidades vendidas llenaron locales de ensayo y escenarios de todo tipo e incontables aspirantes a estrella tuvieron su primer contacto con un micrófono gracias a los 664 que, casi con seguridad, formaban parte de la megafonía de su escuela.



Tras el lanzamiento del 664, Electro-Voice continuó innovando y creando nuevos dispositivos con que satisfacer a un mercado cada vez más variado y exigente. Así, por ejemplo, en 1961 presentó el primer órgano eléctricocapaz de reproducir el sonido real de un órgano de tubos” (The News-Palladium, 8-7-1961) y en 1963 un Óscar de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas premió el desarrollo de un micrófono direccional de alto rango, el modelo 642, que facilitó la captación de sonido en los rodajes. Por otro lado, mientras el volumen de ventas de la compañía, que en 1958 superaba los nueve millones de dólares, se acercaba ya a los catorce millones nueve años después, Electro-Voice continuó también la expansión física de sus instalaciones con la apertura en 1956 de una planta en Dowagiac, muy cerca de Buchanan, para fabricar las cabinas de sus altavoces y, en 1964, de otra en Newport (Tennessee) que pasó a ocuparse de los cartuchos fonocaptores. No serían las últimas, pero todo eso es, ya, otra historia...

Uno de los 664 expuestos en el Norman & Vi Petty Rock & Roll Museum en Clovis (New Mexico)
Anuncio en prensa con el precio de algunos de los micros de Electro-Voice en 1948 (The Sun, 14-3-1948)
Catálogo de micrófonos Electro-Voice (febrero de 1963)

Fuentes y Bibliografía
- Audio: vol. 38, nº 9, 1954; vol. 40, nº 8, 1956; vol. 41, nº 1, 1957; vol. 41, nº 2, 1957; vol. 41, nº 4, 1957; vol. 41, nº 6, 1957; vol. 48, nº 11, 1964.
- Brooklyn Daily Eagle: 10-1-1932.
- Detroit Free Press: 10-6-1947; 16-4-1967; 2-7-1967; 23-7-1967.
- Hi-Fi Tape Recording: vol. 5, nº 1, 1957; vol. 5, nº 3, 1958; vol. 5, nº 4, 1958; vol. 5, nº 9, 1958; vol. 5, nº 10, 1958.
- Kingsport Times: 17-1-1965.
- Magnetic Film & Tape Recording: vol. 1, nº 3, 1954; vol. 2, nº 5A, 1955; vol. 2, nº 6, 1955.
- Oakland Tribune: 16-2-1958.
- Orlando Morning Sentinel: 16-1-1953.
- Pettersen, M. y DeTogne, G. (2014): The Unidyne Story, 1939-2014. Shure Incorporated.
- Port Huron Times Herald: 7-3-1951.
- Tape Recording, vol. 8, nº 10, 1961.
- The Battle Creek Enquirer and News: 16-2-1956.
- The Boston Sunday Globe: 30-11-1958.
- The Herald-Press: 14-8-1946; 15-1-1955; 28-2-1955; 5-1-1956; 26-2-1956; 6-10-1956, 25-2-1957; 16-3-1962; 20-4-1963; 25-4-1963; 9-1-1964.
- The Herald Palladium: 18-10-1992.
- The Muncie Morning Star: 3-11-1932.
- The News-Palladium: 6-12-1954; 5-1-1956; 30-3-1956; 11-8-1956; 18-6-1957; 24-7-1957; 16-11-1957; 15-1-1959; 11-7-1959; 8-7-1961; 3-1-1967: 23-2-1967; 18-4-1967; 3-7-1967.
-  The Philadelphia Inquirer: 19-11-1944.
- The South Bend Tribune: 16-11-1927; 29-6-1930; 20-7-1930; 16-9-1930; 2-5-1931; 27-10-1931; 12-1-1931; 10-5-1932; 4-12-1935; 7-12-1943; 16-1-1944; 5-7-1944; 25-7-1944; 27-7-1944; 1-10-1944; 30-10-1945; 11-5-1946; 21-8-1946; 30-9-1946; 22-11-1963; 1-1-1967.
- Tucson Daily Citizen: 20-8-1952.
- The Vidette-Messenger: 24-4-1937.

Recursos online

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