19 enero 2020

Una cita con Bertha Lou

El 20 de enero de 1958, un breve artículo publicado por la revista Billboard ponía su foco de atención en los sencillos que llenaban las listas de éxito para resaltar dos detalles curiosos: la escasa presencia de temas interpretados por mujeres entre los discos más vendidos del momento y la existencia de “una clara tendencia a usar nombres femeninos en los títulos de las canciones”. Como muestra, citaba a Buddy Holly, número 4 del Honor Roll of Hits gracias a “Peggy Sue”, o a The Everly Brothers, aun en el puesto 28 con “Wake Up Little Susie” tras haber alcanzado el #1 en octubre del año anterior. Además, el artículo hacía referencia a algunos singles recientes que empezaban a sonar como potenciales hits, destacando “DeDe Dinah”, de Frankie Avalon, y “Bertha Lou”, de Clint Miller. El primero haría su aparición en el Top Ten al mes siguiente, mientras que el último se pasearía durante algunas semanas por la cola de la tabla, ocupando fugazmente el #79 antes de desaparecer sin cumplir las altas expectativas suscitadas en el momento de su lanzamiento. Sin embargo, esto no evitaría que "Bertha Lou" acabara convirtiéndose en uno de esos clásicos del Rock'n'Roll recreados sin descanso a través de las décadas por los muchos artistas rendidos sin remedio ante el ritmo hipnótico y la sugestiva procacidad de su letra. Entre esos artistas, nombres tan dispares como Marty Wilde, Robert Gordon, The Meteors, Mike Sanchez, Tav Falco, The Astro Zombies o Junior Marvel, aunque no todos ellos encontraron la inspiración en la, por otra parte, sólida interpretación de Miller. Y es que, por curioso que pueda parecer, la versión de éste llegó al mercado prácticamente al mismo tiempo que la de Dorsey Burnette y la de Johnny Faire, lo que dota a la historia de "Bertha Lou" del trasfondo oscuro y enrevesado que aquí nos interesa.

Antes de continuar, escuchemos las tres versiones distintas de "Bertha Lou" que vieron la luz en diciembre de 1957. Sus intérpretes, por este orden, los citados Dorsey Burnette, Johnny Faire y Clint Miller, cuyas fotografías aparecen justo debajo:
          

Puestos ya en situación, empecemos este relato por el principio: en 1957 nacía en Burbank, al norte de Los Angeles, un nuevo sello discográfico que su propietario, Kenny Babcock, decidió bautizar como Surf Records. Con sede en el número 618 de South Glenwood Place, Surf era, junto a Flip, Starfire, Rodeo, Keen o Starla, una más de las etiquetas surgidas ese año al calor de la intensa actividad musical característica de la zona, aunque sus primeros lanzamientos, a cargo de Suzanne Summers, Jimmy Kerr y Judy Matson, tuvieron nula repercusión.
La quinta referencia de la marca, un single acreditado a Portuguese Joe With The Tennessee Rockabillys y editado a mediados de octubre como SU5016-45, haría un poco más de ruido. Principalmente por su cara A, un tema titulado “Miss Ping Pong” que, caracterizado por su “toque oriental y un ritmo de Rock’n’Roll” (The Sunday Advertiser, 3-11-1957), había sido compuesto por John Marascalco, en la cima del éxito desde el verano de 1956 gracias a creaciones como "Rip It Up" y "Ready Teddy", inmortalizadas inicialmente por Little Richard pero pronto convertidas en patrimonio del rockerío mundial a través de múltiples y variopintas versiones.
Aunque el disco de Joe el portugués no tendría, finalmente, demasiada trayectoria comercial, sirvió para que Marascalco introdujera en Surf Records a sus amigos Johnny y Dorsey Burnette, quienes se habían mudado a California desde Memphis (Tennessee) con la esperanza de encontrar la fortuna que tan esquiva se había mostrado durante su breve, pero tan musicalmente fructífera, etapa con The Rock'n'Roll Trio.  
Sin renunciar a sus respectivas carreras como intérpretes y buscando diversificar todo lo posible su indudable talento, los hermanos Burnette habían concentrado sus esfuerzos en la ardua tarea de escribir canciones, tanto juntos como por separado. Aparentemente, Johnny Burnette compondría “Bertha Lou” aunque, empujado por la necesidad e ignorando el consejo de su hermano ("¡Nunca vendas tus canciones!"), acabaría cediéndosela a su tocayo Marascalco a cambio de 50 dólares (200 según otras fuentes) y la interesante posibilidad de poner la voz en la sesión de grabación que enseguida se planeó para registrar tan magna obra. Ésta se llevó a cabo en noviembre de 1957 en los estudios Masters Recorders, en Hollywood, participando como músicos Odell Huff (guitarra eléctrica), Danny Flores (piano) y H.B. Barnum (batería), además de Dorsey Burnette (bajo) y su hermano Johnny (guitarra rítmica). Con la vista puesta en el consiguiente sencillo que editaría Surf Records, se incluyó en la sesión otro tema, titulado “Til The Law Says Stop” y, al igual que acabaría ocurriendo con “Bertha Lou”, firmado por Marascalco. Porque sea cierto o no que Johnny Burnette vendió a éste su autoría (una de las muchas prácticas éticamente discutibles que caracterizaban al show-business de la época), lo que resulta incuestionable es que el compositor asociado desde el primer momento a “Bertha Lou” no es otro que John S. Marascalco, propietario también de la editorial encargada de gestionar los derechos de ésta y sus demás obras. El nombre de esta editorial (atención aquí): Robin Hood.
Paul Burlison, Johnny Burnette y Dorsey Burnette, The Rock'n'Roll Trio

Dado que Johnny Burnette continuaba contractualmente ligado como intérprete a Coral Records, la subsidiaria de Decca que desde mayo de 1956 había editado los discos de Johnny Burnette and The Rock'n'Roll Trio (pronto acortado a The Johnny Burnette Trio y, tras la salida del mismo de Dorsey Burnette y del guitarrista Paul Burlison, simplemente a Johnny Burnette), llegado el momento de grabar "Bertha Lou" y "Til The Law Says Stop" se acordó que, al objeto de evitar problemas legales, sería Dorsey quien se encargaría de la voz solista en ambos cortes. El máster resultante (en el caso de "Bertha Lou", casi dos minutos y medio de desparrame maníaco-vocal sobre una excitante base instrumental aderezada con algunos gazapos bien resueltos), sería rápidamente prensado por Surf con la referencia SR5019-45 y... ahí acabó todo. Porque al poco de comenzar la distribución resultó que Dorsey también seguía bajo contrato con Coral Records y, desde luego, Kenny Babcock no estaba dispuesto a poner en riesgo la continuidad de Surf embarcándose en costosos y arriesgados pleitos judiciales. 
Lo llamativo del asunto es que, desde que se peleara con su hermano y abandonara The Rock’n’Roll Trio en septiembre de 1956, Dorsey había editado un par de singles bajo su propio nombre con el sello Abbott Records sin que la larga sombra de Decca y Coral interfiriera en absoluto. De hecho, y según revela el propio hijo de Dorsey, el también músico y cantante Billy Burnette, fue la oferta de Fabor Robison, propietario de Abbott, lo que motivó el traslado familiar a California.
En cualquier caso, la cuestión principal es que Surf había hecho ya un importante desembolso (los gastos de la sesión de grabación más la fabricación del disco atribuido a Dorsey Burnette que hubo que retirar a toda prisa del mercado) que tenía que amortizarse de alguna manera. La solución de Kenny Babcock, convencido de tener un hit seguro entre las manos, fue salomónica: aprovechar las grabaciones existentes y, eliminando en lo posible la voz de Dorsey, hacer que otro cantante añadiera la suya. 
El elegido fue un joven de 21 años llamado John Dee Abohosh que trabajaba como pizzero mientras buscaba la oportunidad de entrar en el mundo de la música. Parece ser que Kenny Babcock había tenido ocasión de escucharle cantar en una fiesta y, además, John Marascalco también le conocía; las evidentes ganas del muchacho hicieron el resto, no haciendo falta mucho esfuerzo para convencerle de que se prestara a participar en el peculiar cambalache. Enseguida quedó claro, sin embargo, que no iba a ser posible suprimir por completo la voz de Dorsey en “Bertha Lou” y “Til The Law Says Stop”, de manera que Abohosh, quien había cambiado su apellido por el de Faircloth al ser oficialmente adoptado por su padrastro pocos años antes, se vio obligado a repetir el fraseo y la interpretación de Burnette palabra por palabra, verso a verso, hasta que el resultado fue lo suficientemente aceptable. El proceso de camuflar los restos de la voz de Dorsey llevó horas de minucioso trabajo de estudio y, aun así, ésta siguió siendo perceptible, especialmente, en "Til The Law Says Stop". De cualquier manera, el nuevo disco, que contenía los mismos temas e igual número de referencia pero ahora tenía como cantante a Johnny Faire (nombre artístico de John D. Faircloth), quedó listo para cumplir con el objetivo de Kenny Babcock de llegar en tiempo récord a los distribuidores. ¿El motivo? Otra compañía había apreciado las posibilidades comerciales de “Bertha Lou” y estaba dispuesta a competir con Surf Records por unas ventas que se antojaban prometedoras.

Esa otra compañía era la neoyorquina ABC-Paramount que, tras tratar infructuosamente de comprarle a Surf el máster de “Bertha Lou”, decidió registrar su propia versión aprovechando el reciente fichaje de Clint Miller, un cantante de tan sólo 18 años pero con cierta experiencia profesional. Así, contando con los arreglos y la dirección de Don Costa, la tercera versión de "Bertha Lou" quedó lista para ser emparejada con "Doggone It Baby, I'm In Love" (ésta grabada bajo la supervisión de Nick Perito) y conformar la referencia 45-9878.

El 7 de diciembre de 1957 aparecían como novedad en Cashbox las reseñas de los discos de Clint Miller y Dorsey Burnette. Destacando el atractivo de “Bertha Lou” en un momento en que las canciones con un nombre propio en su título parecían requisito imprescindible para escalar los charts, Cashbox se refería a la recreación de Miller como “una obra emocionante y llena de ritmo”, resaltando que “la letra es relativamente poco importante, ya que es el ritmo lo que capta de inmediato la atención del oyente”. Sin embargo, reconocía con buen ojo que Burnettetransmite ese algo extra que eleva a la canción por encima de lo corriente”.

Aunque, curiosamente, la revista no incluía el correspondiente comentario crítico sobre el trabajo de Johnny Faire, sí se encontraba entre sus páginas, en forma de sendos anuncios publicitarios, la prueba irrefutable acerca de la guerra abierta entre Surf y ABC-Paramount por acaparar las ventas de “Bertha Lou”.


Un par de días después de la publicación de Cashbox le tocó el turno a Billboard y, en esta ocasión, los trabajos reseñados fueron los de Johnny Faire y, de nuevo, Clint Miller, de quien se destacaba su Presley sound y su consistente registro en “Bertha Lou”. En cuanto a Faire, se incidía en ese “sonido intenso e histérico que puede atraer a los adolescentes” siempre y cuando, eso sí, se consiguiera la suficiente difusión. Y ahí estaba, precisamente, el quid de la cuestión: Surf era un sello independiente, pequeño y con escasos medios de promoción más allá de su ámbito regional; por el contrario, ABC-Paramount, aunque surgida en 1955, era una compañía firmemente establecida, con buena distribución y los recursos necesarios para la tan necesaria publicidad. Así veían la situación Ted Rogers y Bobby Beers, DJs en la emisora de radio KOBY, al revisar el disco de Johnny Faire para el San Francisco Examiner:
En estos días, los arreglos pueden determinar el éxito o el fracaso de un disco, y parece que éste será el factor decisivo en lo que respecta a “Bertha Lou”. Para aclarar las cosas debemos explicar que Clint Miller también ha grabado esta canción en un sello importante (ABC-Paramount). La gran compañía se está esforzando con la promoción, pero la versión del sello pequeño tiene tanta energía y brillo que creemos que será la que pidan los chavales”.
En general, en la Costa Oeste, área de influencia de Surf Records, fue el "Bertha Lou" de Johnny Faire el que antes se llevó el gato al agua. No sólo en California, sino también en lugares como Seattle (Washington), donde el DJ Dave Neumann, de la KAYO, todavía la incluyó la primera semana de enero de 1958 en el penúltimo puesto de su Top Ten semanal. Sin duda, Faire se benefició del impacto inicial generado por la primera versión del tema, la de Dorsey Burnette, en el área metropolitana de Los Angeles. Porque aunque su disco fuera retirado apresuradamente de la circulación, lo cierto es que llegó a suficientes oídos en la ciudad como para que Cashbox, al comentar las numerosas llamadas de interés que Surf estaba recibiendo a cuenta de ese lanzamiento en particular, se hiciera eco del fenómeno que se avecinaba.
Con Dorsey Burnette fuera de juego, pasados los primeros días de enero de 1958 las cosas empezarían a cambiar y la versión de Clint Miller acabaría por imponerse sobre la de Johnny Faire. A mediados de mes, “Bertha Lou” ocupaba el puesto #49 en la lista de ventas de Cashbox y la interpretación del primero aparecía ya señalada como la favorita del público, comenzando su escalada en lugares como Baltimore (Maryland) o Chicago (Illinois). Haría tope al alcanzar el #79 en Billboard a finales de febrero, acabando ahí el espejismo para todos los implicados, aunque no sin un último coletazo a favor, esta vez, de Johnny Faire: en marzo, London Records publicaría su sencillo en el Reino Unido (HLU8569). 
Clint Miller tuvo dos lanzamientos más en ABC-Paramount y, ya en la década siguiente, siguió grabando en compañías como Headline o Lenox, aunque prefirió continuar sus estudios hasta convertirse en abogado y acabó involucrándose en política, manteniendo una trayectoria que le llevó a ser elegido miembro de la Cámara de Delegados del estado de Virginia en las elecciones de 1971 por el Partido Republicano. Tras servir sin interrupción hasta 1995, al año siguiente fue elegido comisionado de la Virginia State Corporation Commision, cargo que conservaría hasta 2006. Por su parte, John D. Faircloth, que como Johnny Faire sólo dejaría para la posteridad un par de singles olvidados en Fable Records y, aparte del que incluyó “Bertha Lou” y “Til The Law Says Stop”, otro más en Surf, se buscaría nuevos alias con los que seguir una carrera, por lo demás, bastante irregular. Tras intentarlo con Dick Bush y Johnny Jordan, en el verano de 1959 debutó en Era Records como Donnie Brooks y, al año siguiente, conseguiría su mayor éxito con “Mission Bell”, un tema pop con arreglos de cuerda y coros femeninos que alcanzó el puesto #7 la primera semana de septiembre de 1960. Bajo ese sobrenombre seguiría actuando y grabando para distintos sellos, falleciendo el 23 de febrero de 2007 a los 71 años.
La crónica bizarra de “Bertha Lou” se prolongaría en el tiempo con la aparición de dos peculiares adaptaciones tituladas “Snacky Poo” y “Twinkle Lee”. Editadas, respectivamente, en 1962 y 1964, el mismo John Marascalco estuvo detrás de la primera, mientras que Dorsey Burnette impulsó la segunda. Posteriormente, éste todavía vería una reedición de su grabación original ("Bertha Lou"/"Til The Law Says Stop") en el sello Cee-Jam Records, propiedad de Marascalco.
Ese distintivo efecto recurrente de "Bertha Lou" ya se había puesto de manifiesto cuando, en el mes de abril de 1958, una jovencita llamada Donna Knudson buscó inspiración en los títulos de las canciones que causaban furor en el momento para dar forma a un pequeño esfuerzo literario que aparecería publicado en el suplemento escolar del Susquenita Times, en Pennsylvania. A pesar de la lógica ingenuidad que desprende, merece la pena transcribir íntegramente esa corta narración para cerrar, así, esta cita con "Bertha Lou"... 

Everyday” “At The Hop” “De De Dinah”, “Bertha Lou”, and “Dizzy Lizzy”, the “Strollin’ Gals”, dance “The Bop”. After the hop they went to “Dinner With Drac”. When they arrived “Ding Dong”, the door bell rang.
There Stood “Bobby”, a “Swingin’ Daddy”, who said to “Bertha Lou”, “A Teenage Queen” “Are You Sincere?”.
She replied, “It’s Too Soon To Know”. Both being “Sweet Little Sixteen”, they shared “A Very Special Love”.
He said, "I Want You To Know" you have "Witchcraft" so "Don't Let Go". There she stood with her "Angel Smile" and he said "You Are My Destiny".
"Standing On The Corner" was "Nature Boy", a "Daddy Cool", waitin' for "Bertha Lou" who left him "Stood Up".
Thus the "triangle" began when "Bobby" said "Don't", "I Beg of You", leave me now.
"Bertha Lou" replied, "Who's Sorry Now?" In a few "Magic Moments" "Bertha Lou" was "Locked In The Arms Of Love" by her "Little Pigeon" on that "Bad Motorcycle."
"De De Dinah" wanted to become a part of "Johnny's Dream". She said, "If" "Photographs" can "Bring Us Together" then "Why Don't They Understand?" To her "Kisses Sweeter Than Wine", Johnny could only say "Yes, My Darlin'." They spent "A Winter in Miami" where "De De Dinah" was left "Alone" with "A Broken Promise".
Meanwhile, "Dizzy Lizzy" was with "The Little Blue Man". He kept repeating, "This Little Girl of Mine". Then "The Little Blue Man" took "A Train To Nowhere". Now his "Be Bop Baby" has "Weary Blues From Waitin'."
At the end of this sad story, all the "Strollin' Gals" are either waitin' at "Heartbreak Hotel" or are thankful for "The Gift of Love", each saying "Am I" "Crazy, Cause I Love You?".
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Fuentes y Bibliografía
- Billboard: 11-11-1957; 9-12-1957; 16-12-1957; 20-1-1958; 3-2-1958; 17-2-1958; 24-2-1958; 3-3-1958; 5-9-1960.
- Bosque, C.A. del (2011): Johnny Burnette. ¡¡A todo Rock!!. Editorial Milenio.
- Burnette, B. (2013): Crazy Like Me. Rock n Roll With It Publishing.
- Cashbox: 19-10-1957; 7-12-1957; 28-12-1957.
- Duncannon Record: 18-4-1958.
- San Francisco Examiner: 15-12-1957.
- Los Angeles Times: 28-2-2007.
- The Hammond Times: 5-2-1958.
- The Sunday Advertiser: 3-11-1957.
- The Sunday News Leader: 5-12-1996.

Recursos online

02 enero 2020

El martillo del Rock'n'Roll

Aunque el micrófono más tradicionalmente asociado al Rock’n’Roll primigenio es el clásico Shure de la serie 55 (en nuestra retina imágenes ya icónicas de Elvis, Carl Perkins o Jerry Lee Lewis), a mediados de los 50 llegó al mercado un modelo que, por sus particulares características y su rápida expansión, muy pronto rivalizaría con el principal estandarte de la compañía de Chicago: el Electro-Voice 664.


Es cierto que, en el momento de producirse la explosión del Rock’n’Roll, el Shure Unidyne Model 55 tenía ya una larga historia a sus espaldas. Presentado en 1939 y disponible inicialmente en tres versiones diferenciadas por la impedancia que determinaba su idoneidad según el uso al que pretendía destinarse, enseguida se convirtió en una herramienta imprescindible en emisoras de radio y espectáculos en vivo de todo tipo gracias no solo a su capacidad para reducir el ruido de ambiente y los siempre molestos acoples, sino también a su tamaño, solidez y a un diseño muy atractivo que, con el tiempo, se ha convertido en reflejo de toda una época. De hecho, los cambios técnicos y estéticos fueron mínimos hasta la introducción, en 1951, de una nueva versión más ligera, compacta y reducida en aproximadamente una tercera parte de sus dimensiones originales. Con todo, a comienzos de la década de los cincuenta la Shure Brothers Inc. podía permitirse el lujo de referirse al 55 como “el micrófono que no necesita nombre” sin exagerar ni pecar de presunción.

Sin embargo, en el verano de 1955 entra en escena el Electro-Voice 664, un micrófono que, con sus formas aeroespaciales, una robustez fuera de lo común y unas prestaciones sonoras sobresalientes que incluso facilitaron su introducción en estudios de grabación, poco a poco se convirtió en el favorito de escuelas, auditorios, salas de conferencias, locales de música en directo y, en definitiva, de cualquier lugar que, como rezaba su publicidad, se enfrentara a condiciones extremas de retroalimentación acústica, ruidos no deseados o reverberaciones incontroladas. Pero hagamos un poco de historia antes de seguir con el 664: la de Electro-Voice comienza en 1927 en la localidad de South Bend (Indiana) cuando Al Khan y Lou Burroughs, deciden asociarse y, con 30 dólares y un coche de segunda mano, crean Radio Engineers, una pequeña empresa dedicada al mantenimiento y reparación de aparatos de radio que pronto amplió y diversificó su actividad, trasladando sus instalaciones desde el 338 de East Jefferson Boulevard, donde compartía espacio con una estación de servicio (la Century Service Company), al 119 de West Colfax Avenue cuando las circunstancias así lo exigieron.

Lou Burroughs y Al Khan (tercero y quinto por la izquierda, respectivamente) junto al personal de la Century Service Company (The South Bend Tribune, 16-11-1927)

En junio de 1930, ya en plena Depresión y en medio de una crítica situación financiera, se incorpora a la sociedad Maurice L. Khan, padre de Al, y nace la Electro-Voice Manufacturing Company Inc. con un capital social de mil dólares repartido en cien acciones valoradas en diez dólares cada una. La nueva compañía concentrará sus primeros esfuerzos en fabricar un sistema especial de megafonía portátil que ganará rápido renombre cuando Knute Rockne, entrenador del equipo de fútbol americano de la Universidad de Notre Dame, empiece a usarlo para dirigir los entrenamientos de sus jugadores desde una plataforma de tres metros de altura específicamente diseñada a tal efecto. Aunque, de acuerdo con la prensa de la época, el trato con el coach se cerró a mediados de julio de 1930 y éste no estrenó el novedoso equipo de sonido hasta el mes de septiembre, debieron existir algunos contactos previos con Khan y Burroughs ya que, ateniéndonos a la versión oficial, el nombre de la marca Electro-Voice estaría inspirado en la particular insistencia de Rockne por referirse al sistema de amplificación como su electric voice.

Curiosamente, poco tiempo después el físico ruso Leon Theremin bautizará como Theremin Electro-Voice a uno de sus inventos musicales, capaz de producir sonido a partir “del movimiento de manos y dedos en el aire, sin contacto real con el instrumento” (Brooklyn Daily Eagle, 10-1-1932).

Junto a la producción de equipos de sonido, Electro-Voice empezará a fabricar sus propios micrófonos aplicando unos exigentes criterios de calidad que, a pesar de su limitada capacidad de manufactura (en principio sólo salía de sus talleres un micrófono a la semana), permitirán un desarrollo no exento de problemas. Así, en mayo de 1932 el Fiscal General del estado de Indiana llegará a solicitar el cierre de la empresa debido a reiterados incumplimientos administrativos y, alrededor de esas fechas, Burroughs optará por vender su participación y dejar la compañía. A pesar de todo, con pleno control sobre Electro-Voice, Al Khan será capaz de consolidar el crecimiento del negocio, que para 1936 contará ya con veinte trabajadores y volverá a beneficiarse de los conocimientos y la experiencia de Lou Burroughs, reincorporado a la plantilla en calidad de ingeniero jefe.

A partir de diciembre de 1941, la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial conllevó una escasez de materias primas para la industria civil que Electro-Voice fue capaz de sortear gracias al desarrollo de un micrófono dotado de un sistema original de cancelación de ruido que no tardaría en ser adoptado para uso militar, forzando a la marca a habilitar dos nuevas plantas en South Bend y a la implantación en ellas de turnos de trabajo para sus casi seiscientos empleados que, cubriendo las 24 horas del día, permitieron alcanzar una producción anual cercana al millón de unidades durante el último tramo de la contienda.
Además de su reducido tamaño y escaso peso, el Lip Mike o Mustache Mike (en la imagen puede apreciarse el porqué de estos apelativos) presentaba alta resistencia al polvo, la humedad y los golpes, contando también con la notable capacidad de suprimir casi por completo cualquier sonido que pudiera interferir con la voz del usuario, lo que le hacía especialmente útil en misiones de combate. Su éxito contribuirá decisivamente a que los servicios prestados por Electro-Voice al esfuerzo bélico sean premiados por el Gobierno estadounidense con la concesión, en julio de 1944, del Army-Navy ‘E’ Award, un honor destinado a reconocer la excelencia en la producción de equipamiento de guerra que sólo un 4% de las empresas dedicadas a este menester lograron alcanzar. De este modo, la ventajosa posición de la compañía sobre sus competidores quedará sólidamente establecida en la inmediata posguerra, lo que se traducirá en nuevos contratos con entes públicos y privados que, sin embargo, no podrán evitar los necesarios recortes de personal una vez de regreso a la rutina de los tiempos de paz.

Pero el auténtico punto de inflexión se producirá casi un año después de finalizar la campaña bélica. Sin opciones viables para ampliar las instalaciones de su emplazamiento original, en agosto de 1946 comenzará el traslado hasta la pequeña localidad de Buchanan, en el vecino estado de Michigan y a sólo unos 25 kilómetros al norte de South Bend. Allí, Electro-Voice ocupará un espacio de algo más de tres mil metros cuadrados que había pertenecido a la Dry-Zero Corp., retomando rápidamente su pleno funcionamiento para atender los pedidos de sus numerosos clientes. Manteniendo inicialmente los puestos de trabajo de alrededor de 150 operarios, incluyendo a un buen número de mujeres encargadas del ensamblaje de piezas, y partiendo de un negocio de exportación estimado en casi el 20% de su producción, la compañía vivirá una etapa de gran expansión que le llevará a acabar la década de los 40 habiéndose introducido en la fabricación de componentes para tocadiscos y aparatos de televisión, además de creando una línea propia de altavoces de alta fidelidad. 


A su vez, el volumen de ventas pasará de los 714.000 dólares declarados en 1948 a los más de cuatro millones en 1953. Un crecimiento que se explica no sólo por las fuertes inversiones en investigación que afianzaron la calidad de los distintos productos salidos de la planta de Electro-Voice en Buchanan, sino también por una agresiva política comercial y promocional en la que intervendrá activamente el mismo Al Khan a través de distintas conferencias y encuentros con profesionales, estudiantes o simples aficionados. En 1952 incluso se fletará un enorme tráiler que, a modo de unidad móvil, viajará por todo el país ofreciendo demostraciones de micrófonos, altavoces y, en definitiva, “lo último y más reciente en audio de alta fidelidad y equipos de video” (Tucson Daily Citizen, 20-8-1952).


También se publicarán folletos explicativos como Temples of Tone, disponible para todo el que estuviera dispuesto a hacer llegar diez centavos a Electro-Voice al objeto de cubrir gastos de envío y manipulación. Con 16 páginas repletas de información técnica, se anunciaba en 1954 con el convencimiento de que “para aquellos interesados en reproducción de alta fidelidad, podrían ser los mejores diez centavos que nunca hayan invertido” (Magnetic Film & Tape Recording, nº 3, 1954).

Llegamos así hasta la aparición del micrófono Electro-Voice 664. Con un primer precedente en el modelo 666, presentado en sociedad en septiembre de 1954, el 664 se introducía en el mercado como un “micrófono cardioide dinámico de tipo avanzado” capaz de responder a frecuencias de 60 a 15.000 Hz y ofrecer un nivel de salida de -55 dB. De tipo unidireccional (es decir, especialmente sensible al sonido producido desde el punto hacia el que está orientado), disponía de la posibilidad de elegir entre alta y baja impedancia con un simple cambio de posición en el conector de la base, sirviéndose de una nueva patente, desarrollada por la marca con el nombre de Variable D, para mitigar de forma bastante efectiva el efecto de proximidad, ofreciendo una versatilidad que, situándolo con la orientación adecuada, permitía su uso tanto para voz como para sonorizar distintos instrumentos. En suma, como señalaban sus especificaciones técnicas, se trataba de una herramienta “idónea para grabaciones caseras y semi-profesionales, así como una opción ideal para servir como refuerzo sonoro de calidad, especialmente cuando existen problemas acústicos”.



Disponible en acabado cromado (el más habitual), dorado (modelo 664G) o gris mate (modelo 664A), el precio de salida recomendado se establecía en 79,50 dólares (unos 763 dólares actuales) e incluía, además, un cable de cinco metros y medio. Esto le situaba lejos de los 147 dólares del 666 (aunque éste se vendía junto a un pie o soporte que, en el caso del 664, se ofrecía como extra), pero también muy por encima de otros micrófonos dinámicos como el Sonodyne 51 de Shure, anunciado en esas mismas fechas por 47,50 dólares. En cualquier caso, estos precios establecidos por el fabricante resultaban meramente orientativos, no resultando extraño encontrar en periódicos y revistas de la época publicidad de minoristas que refleja importes considerablemente más bajos por el 664. Igualmente, las mejoras introducidas en el proceso de producción permitieron una rebaja gradual de su coste total, de modo que, mientras en 1957 el precio recomendado ascendía a 82,50 dólares (755,15 dólares al cambio actual), en 1964 era de sólo 51 dólares (hoy día, poco más de 423 dólares).

Al Khan (derecha) sujetando un Electrovoice 664. A la izquierda, Lou Burroughs (The Herald Press, 5-1-1956)

Además, las destacadas particularidades sonoras del Electro-Voice 664 se veían perfectamente complementadas por su aparente indestructibilidad. De acuerdo con la leyenda, Lou Burroughs - o puede que fuera Al Khan - tenía por costumbre utilizar en sus charlas y presentaciones un 664 a modo de martillo, clavando con él algunas puntas sobre un tablero de madera para a continuación, sin permitir que la audiencia saliera de su asombro inicial, conectar un cable al micrófono y continuar hablando tranquilamente por él. Este eficaz golpe de efecto le valdrá al 664 su sobrenombre más conocido: el martillo de Buchanan


Como curiosidad, durante los 50 Electro-Voice licenció algunos de sus modelos a la casa neoyorquina Executone, que ya había destacado en la década anterior comercializando micrófonos directamente inspirados en los de otras marcas como la popular Turner. Executone pondrá en circulación una copia del 664, aunque con acabados diferentes, bajo el nombre de Executone EXCC.

La producción del Electro-Voice 664 se extendió hasta bien avanzada la década de los 60 con el único cambio sustancial de convertir las tres aberturas laterales en una sola, al estilo del 666 de 1954. Las miles de unidades vendidas llenaron locales de ensayo y escenarios de todo tipo e incontables aspirantes a estrella tuvieron su primer contacto con un micrófono gracias a los 664 que, casi con seguridad, formaban parte de la megafonía de su escuela.



Tras el lanzamiento del 664, Electro-Voice continuó innovando y creando nuevos dispositivos con que satisfacer a un mercado cada vez más variado y exigente. Así, por ejemplo, en 1961 presentó el primer órgano eléctricocapaz de reproducir el sonido real de un órgano de tubos” (The News-Palladium, 8-7-1961) y en 1963 un Óscar de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas premió el desarrollo de un micrófono direccional de alto rango, el modelo 642, que facilitó la captación de sonido en los rodajes. Por otro lado, mientras el volumen de ventas de la compañía, que en 1958 superaba los nueve millones de dólares, se acercaba ya a los catorce millones nueve años después, Electro-Voice continuó también la expansión física de sus instalaciones con la apertura en 1956 de una planta en Dowagiac, muy cerca de Buchanan, para fabricar las cabinas de sus altavoces y, en 1964, de otra en Newport (Tennessee) que pasó a ocuparse de los cartuchos fonocaptores. No serían las últimas, pero todo eso es, ya, otra historia...

Uno de los 664 expuestos en el Norman & Vi Petty Rock & Roll Museum en Clovis (New Mexico)
Anuncio en prensa con el precio de algunos de los micros de Electro-Voice en 1948 (The Sun, 14-3-1948)
Catálogo de micrófonos Electro-Voice (febrero de 1963)

Fuentes y Bibliografía
- Audio: vol. 38, nº 9, 1954; vol. 40, nº 8, 1956; vol. 41, nº 1, 1957; vol. 41, nº 2, 1957; vol. 41, nº 4, 1957; vol. 41, nº 6, 1957; vol. 48, nº 11, 1964.
- Brooklyn Daily Eagle: 10-1-1932.
- Detroit Free Press: 10-6-1947; 16-4-1967; 2-7-1967; 23-7-1967.
- Hi-Fi Tape Recording: vol. 5, nº 1, 1957; vol. 5, nº 3, 1958; vol. 5, nº 4, 1958; vol. 5, nº 9, 1958; vol. 5, nº 10, 1958.
- Kingsport Times: 17-1-1965.
- Magnetic Film & Tape Recording: vol. 1, nº 3, 1954; vol. 2, nº 5A, 1955; vol. 2, nº 6, 1955.
- Oakland Tribune: 16-2-1958.
- Orlando Morning Sentinel: 16-1-1953.
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- The Battle Creek Enquirer and News: 16-2-1956.
- The Boston Sunday Globe: 30-11-1958.
- The Herald-Press: 14-8-1946; 15-1-1955; 28-2-1955; 5-1-1956; 26-2-1956; 6-10-1956, 25-2-1957; 16-3-1962; 20-4-1963; 25-4-1963; 9-1-1964.
- The Herald Palladium: 18-10-1992.
- The Muncie Morning Star: 3-11-1932.
- The News-Palladium: 6-12-1954; 5-1-1956; 30-3-1956; 11-8-1956; 18-6-1957; 24-7-1957; 16-11-1957; 15-1-1959; 11-7-1959; 8-7-1961; 3-1-1967: 23-2-1967; 18-4-1967; 3-7-1967.
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- The South Bend Tribune: 16-11-1927; 29-6-1930; 20-7-1930; 16-9-1930; 2-5-1931; 27-10-1931; 12-1-1931; 10-5-1932; 4-12-1935; 7-12-1943; 16-1-1944; 5-7-1944; 25-7-1944; 27-7-1944; 1-10-1944; 30-10-1945; 11-5-1946; 21-8-1946; 30-9-1946; 22-11-1963; 1-1-1967.
- Tucson Daily Citizen: 20-8-1952.
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